Lunes

Aquella mañana estaba más lejos del presente que nunca. Las imágenes de su cabeza se superponían a la realidad como si tuviese una pantalla de cine semitransparente delante de sus ojos. El mundo real era tan solo una imagen vaga de mala calidad que se reproducía sin sonido ni color detrás de las imágenes de sus recuerdos. Cada fotograma era tan preciso en sus detalles como el bisturí mas afilado. Revisando los detalles de cada escena, los mas dolorosos eran siempre los que se hallaban en primer plano. La selectiva aleatoriedad de una mente derrumbada puede ser capaz de, sultilmente, aplicar la más cruel de las torturas. Puede ser capaz de hacerlo de un modo tan fluido que resulte imposible distinguir entre sus delirios autodestructivos y los pensamientos cotidianos. Viendo el mundo a través de ese filtro y con un peso sobre los hombros superior al de su propio cuerpo se dispuso a comenzar el día.

Accionó el interruptor y todas las luces del bar se encendieron. Las máquinas tragaperras comenzaron a ofrecer su festival de luces y colores diseñados con precisión para atrapar a las  almas perdidas como si se tratase de cantos de sirena ultramodernos. Bajó al suelo todos los taburetes. Después, como cada mañana desde hacía veinticinco años, pasó un trapo con lejía por toda la barra.

Las imágenes de los recuerdos volvieron a dolerle un poco por encima de lo estrictamente necesario justo cuando accionó el cierre mecánico de la puerta, simplemente se frotó los ojos e intentó enviar el recuerdo a otro plano mas profundo. Sabía perfectamente que era tan inútil como intentar sumergir un balón en una piscina. Sabía que la imagen volvería más tarde pero así conseguía un poco de tiempo. Ocupó su lugar de la barra y comenzó a preparar la cafetera. El primer cliente del día no tardó en aparecer por la puerta.

     Dejó de colocar los platos del café y se dio la vuelta. Con la mejor de sus sonrisas dijo con voz nítida y contundente

-¿Buenos días! ¿Que desea tomar?

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